Es hora de que el dinero ayude a combatir el cambio climático

En septiembre de 2014, un grupo de alumnos y de graduados de la Universidad de Harvard puso un pleito a los administradores del fondo patrimonial de ésta. Querían que el fondo desinvirtiera en las compañías de combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo). Sus argumentos eran múltiples, pero había uno que aludía a que no estaban invirtiendo de una forma prudente, sino asumiendo riesgos financieros indebidos.

El argumento era inobjetable. Las compañías de combustibles fósiles tienen al menos tres veces más reservas de petróleo, gas y carbón de las que pueden ser quemadas si se quiere evitar que la temperatura suba más de dos grados. Si esto es así, esas compañías no valen lo que dicen valer y, por mera prudencia inversora, lo mejor es desprenderse de esas acciones zombies.

Ayuntamientos como el de Berkeley, Seattle y Santa Mónica; universidades como la de Stanford y Glasgow; fundaciones como la Rockefeller; periódicos como The Guardian… Hay ya muchas entidades que están iniciando la desinversión en combustibles fósiles.

Este mismo año 2015, la diócesis de Westminster y otras muchas organizaciones religiosas agrupadas en el Church Investors Group, con una suma de activos de 15.000 millones de libras y fondos de pensiones de administraciones locales con un monto de 150.000 millones de libras, promovieron una resolución en la junta general de accionistas de BP para que esta enorme compañía se comprometa frente al cambio climático. Es un ejemplo de las muchas iniciativas de activismo accionarial a favor del clima y del uso del dinero para cambiar las cosas.

Otro ejemplo: en septiembre de 2014, el estado de Massachusetts (EE UU) lanzó su segunda convocatoria para suscribir bonos climáticos por un monto de 350 millones de dólares. Los proyectos que quería financiar estaban relacionados con la energía eólica y la rehabilitación de edificios con propósitos ambientales. Pues bien: la demanda de estos bonos multiplicó por tres la oferta.

MOVIMIENTO EN AUGE

En Estados Unidos se estima que los municipios del país necesitan 3,6 billones de dólares para atender inversiones destinadas a proyectos de mitigación o adaptación al cambio climático, pero proliferan iniciativas como la de Massachusetts, un caso más de un movimiento que está creciendo a un ritmo enorme, y no sólo en EE UU.

El monto de las emisiones de bonos verdes en 2014 fue tres veces superior al del ejercicio anterior. El Fondo de Pensiones de la Ciudad de Londres, el sistema de pensiones de los profesores de California y otras 43 entidades publican sus inversiones en el Low Carbon Investment Registry, una base de datos pública online que relata los inversores, los montos y el sector dentro de las inversiones de una economía baja en carbono. Esta base de datos recoge datos de 45 inversores de 12 países, cuyas inversiones suman 31 billones de dólares. Es una línea de acción dirigida a reasignar las inversiones pasando de las altamente intensivas en carbono a las que necesitaría una economía amiga del clima.

El Fondo Público de Reserva de las Pensiones en Francia, la Iglesia metodista, AXA Group, la Universidad de California y otras 43 entidades, incluyendo el Pensions Caixa 30, rubricaron el Compromiso de Montreal. El objetivo de esta iniciativa es lograr que entidades cuyas carteras de inversión sumen tres billones de dólares midan su huella de carbono e informen de ello. Se trata de una de las iniciativas más relevantes dirigidas a medir la huella de carbono de la cartera de inversiones.

Estas son sólo algunas de las acciones que se están desarrollando en el mundo para comprometer al sector financiero en la lucha contra el cambio climático, y deben contagiar a todo el planeta.

Un informe global de PwC afirmaba que estamos descarbonizando nuestra economía a un ritmo del 0,6% anual… pero necesitaríamos hacerlo a un ritmo del 6%. Por tanto, deberíamos multiplicar nuestros esfuerzos por 10.

Esos porcentajes no se logran mejorando lo que hacemos hoy. Multiplicar por 10 el impacto de nuestras acciones actuales exige una revolución, un cambio disruptivo hacia una economía baja en carbono. ¿Cómo se hace? Una respuesta breve: movilizando mucho dinero en esa dirección.

Una parte muy importante de la inversión mundial debe dedicarse durante todo el sigloXXI a la financiación de las líneas de acción necesarias para combatir el cambio climático: eficiencia energética, energías renovables, transporte público sostenible, arquitectura bioclimática… La Agencia Internacional de la Energía, por ejemplo, señalaba que tenemos que incrementar ocho veces las inversiones en eficiencia energética para 2040.

Tenemos que hacer un cambio masivo, profundo y muy rápido a una economía baja en carbono. No sirven las medias tintas: tiene que ser en todo el planeta a la vez.

Conclusión: una parte muy importante del éxito en la lucha contra el cambio climático, el mayor desafío al que la humanidad se ha enfrentado nunca, pasa por hacer virar profundamente al sector financiero para que se vuelva amigo del clima. El sector financiero, que lleva años y años financiando en muchas ocasiones una economía biocida, debe realizar un cambio disruptivo enorme y pasar a ser uno de los actores clave en la promoción de la economía baja en carbono.

El sector financiero ha sido y es todavía parte del problema del cambio climático, pero ahora está obligado a tomar una decisión rápida: si quiere seguir formando parte del problema o quiere contribuir significativamente a la solución.

La buena noticia es que, como hemos visto, el viento está cambiando y hay una creciente emergencia de iniciativas dirigidas a que el sector financiero promueva la lucha contra el cambio climático.

Sin embargo, estas iniciativas no crecen con fuerza en el sistema financiero español. Ciertamente, hay casos aislados, pero en general las entidades financieras están todavía arrastrando los pies, y las voces internas que empujan el cambio no tienen el peso necesario. Lamentablemente, hasta ahora la inercia manda y el sistema financiero sigue promoviendo sustancialmente la vieja economía. Continúa siendo parte del problema.

RESPONSABILIDAD

Los estudiantes de Harvard, la diócesis de Westminster, el Fondo de Pensiones de la Ciudad de Londres, el Estado de Massachusetts, la caja de reservas de las pensiones de Francia, la ciudad de Seattle, la Iglesia metodista… están haciendo lo que deben. Todos están barriendo su trozo de acera de responsabilidad frente al cambio climático, están apuntando al corazón del modelo económico actual: la inversión. Si se quieren canalizar recursos para financiar la economía baja en carbono que necesita el planeta, habrá que dejar de seguir financiando a la economía que daña el clima.

La iniciativa areyouthevitalfew.org pregunta provocadoramente en el portal de su web: ¿Estás invirtiendo accidentalmente en el cambio climático? La respuesta común en España sería: sí. Casi todo el mundo estamos invirtiendo accidentalmente, sin darnos cuenta, en el cambio climático, a través de nuestros bancos y/o de los planes de pensiones.

¿Qué dirían ante esa pregunta las entidades españolas análogas a las que mencionábamos líneas arriba? ¿Se lo han planteado? La próxima cumbre del clima de París nos examinará a todos, no sólo a los gobiernos. ¿Estarán a la altura de sus responsabilidades los inversores españoles? ¿Somos conscientes de que todos somos inversores directos o indirectos?

Fuente: www.eldiario.es