Hace 500.000 años en Groenlandia crecían bosques

Tal y como se expone en el estudio que se ha publicado en el Journal Science, este descubrimiento se opone con rotundidad al punto de vista predominante que sostiene que un bosque de este tipo sólo pudo existir en Groenlandia hace dos millones y medio de años. Las muestras sugieren que la temperatura, hace medio millón de años, alcanzó allí con toda probabilidad los 10 grados centígrados en verano y menos diecisiete en invierno. También indican que durante el último periodo entre las Edades de Hielo, cuando la temperatura era de cinco grados –mucho más alta que ahora-, los glaciares no llegaron a derretirse completamente.

“Estos descubrimientos nos permiten hacer una reconstrucción ambiental más precisa del período al que corresponden las muestras halladas”, dijo Martin Sharp, un experto en glaciares de la Universidad de Alberta, Canadá, co-autor del trabajo que se ha publicado en Journal Science. “Hemos descubierto que esta parte del mundo era mucho más cálida de lo que la mayoría de la gente pensaba.”

Los calentamientos del pasado

En un estudio distinto, también publicado en el Journal Science, expertos europeos que han analizado el glaciar más profundo del mundo han reconstruido los modelos de calentamiento y glaciaciones de los últimos 800.000 años. El glaciar, de tres mil doscientos sesenta metros, ha sido perforado desde la base franco-italiana de Dome C. Los encargados de la perforación, reunidos para la realización de esta aventura llamada Proyecto Europeo de Glaciares en la Antártida (EPICA), llegaron casi hasta el corazón del mismo, a sólo quince metros de sus cimientos.

Utilizando los isótopos de hidrógeno que se encontraban en burbujas de aire atrapadas entres las capas de hielo, pudieron hacer un registro de las distintas temperaturas. Estas variaban enormemente, unos 15 grados centígrados en ochocientos mil años. Durante la última Edad del Hielo, la cual finalizó hace once mil años, la temperatura era diez grados centígrados más alta que hoy día.

Fuente: El Manifiesto