El agujero de la capa de ozono podría empezar a decrecer

El debilitamiento o agujero de la capa de ozono que se genera anualmente sobre el Polo Sur y la Antártida empieza a decrecer, sin que su tamaño haya alcanzado los máximos registrados en 2000 y 2003, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

«El de este año es el tercer mayor agujero de la historia, pero su tamaño empieza a reducirse sin haber llegado al máximo, lo que quiere decir que los pactos mundiales al respecto van dando sus frutos», explicó esta semana el científico Geir Braathen, del Departamento de Investigación Atmosférica y Medio Ambiente de la organización internacional.

La emisión a la atmósfera de determinados productos químicos daña progresivamente la capa de ozono, que protege al planeta de los perjudiciales rayos ultravioletas, capaces de causar cáncer de piel o afecciones oculares, entre otras patologías.

Mientras que en 2003 el agujero llegó a medir 29 millones de kilómetros cuadrados, este año no ha superado los 26,9 millones.

Las medidas adoptadas a través del Protocolo de Montreal para tratar de disminuir la concentración de sustancias dañinas para la capa de ozono, como los clorofluorocarbonados (CFC) o el halón, deberían permitir que ésta se restableciera completamente en torno a 2050.

En cualquier caso, Braathen cree que no se podrán extraer conclusiones definitivas hasta que se observe la evolución de la capa de ozono durante al menos diez años.

En ese plazo será cuando los gases que han causado su deterioro empiecen a desaparecer de la atmósfera, siempre que se reduzca su consumo. Sin embargo, un «fortalecimiento» de la capa de ozono no garantiza la «buena salud» de la atmósfera, amenazada por el aumento del efecto invernadero y el consiguiente cambio climático, alertó Braathen.

Se calcula que durante el siglo XX la temperatura media de la Tierra subió medio grado y para los próximos cien años se estima que subirá entre 1,4 y 5,8 grados, incremento desconocido en los últimos 10.000 años.

El efecto invernadero se produce por la expulsión a la atmósfera de gases como el dióxido de carbono (emitido por la quema de combustibles fósiles), los CFC (por aerosoles y ciertos electrodomésticos), el óxido de nitrógeno, N2O (por el uso de fertilizantes o la quema de biomasa) y el metano, CH4 (por los rumiantes o en vertederos o arrozales).

Desde la Revolución Industrial, la concentración atmosférica de CO2 ha aumentado cerca del 30% y la de N2O el 19%. La de metano se ha duplicado y la de CFC triplicado.

Esos gases forman una película que evita que parte del calor del sol deje la atmósfera y vuelva al espacio, lo que eleva la temperatura de la superficie del planeta.