El Clima puede controlarse

Según el académico Yuri Israel, director del Instituto del Clima Global y Ecología, para RIA Novosti. Los cambios negativos del clima podrían prevenirse utilizando un método distinto al de Kioto, y además más barato. Su esencia consiste en modificar la «constante solar meteorológica» por medio de introducir en la estratosfera baja (12 – 16 kilómetros) sustancias finas dispersas, por ejemplo, partículas de azufre (sulfatos) o negro de humo.

Tal medida es capaz de disminuir el impacto que el Sol hace sobre la superficie del planeta y bajar la temperatura en la troposfera los grados que haga falta. De este modo la Humanidad obtiene un instrumento para controlar el clima. La idea fue expresada por vez primera en 1974 por el científico soviético Mijaíl Budiko, quien empezó a dar señales de alarma con respecto a los cambios climáticos que comenzaban a observarse.

El objetivo fundamental consiste en estabilizar el clima al nivel que existía antes de comenzar sus cambios antropogénicos. Son varios los parámetros que determinan los flujos de radiación y, por consiguiente, el clima. El más fuerte es el impacto que hacen los gases de invernadero: bajo sus efectos, los flujos de radiación aumentan un 2,4 Bm/m2, lo que, en opinión de científicos, ya ha provocado el aumento del 0,6 ºC del promedio de la temperatura cerca de la superficie terrestre.

Pero también existen otros causantes tanto del calentamiento como del enfriamiento de la atmósfera. Son, en primer lugar, las partículas sólidas dispersas, emitidas por empresas industriales, aviones, volcanes y tempestades de polvo. Se podría escoger otro camino: dejar en paz el CO2 (en cuanto a mí, no veo en éste un serio peligro para el clima), disminuyendo en cambio la irradiación solar en un 0,3 – 0,5 por ciento. Pueden surtir tal efecto las partículas que se encuentran dispersas en la estratosfera. Según cálculos preliminares, para disminuir la temperatura de la troposfera de uno a dos grados, haría falta introducir allá unas 600 mil toneladas de tales partículas o quemar en la estratosfera unas 200 mil toneladas de azufre.

Se puede realizarlo por medio de hacer llegar allá azufre o mediante utilizar en aviones de alta cota de vuelo combustible con elevado contenido de azufre. Se necesitaría un número menor de aviones para dispersar el negro de humo en la estratosfera. Los respectivos mecanismos ya están diseñados y probados. Las medidas en cuestión permitirían bajar la temperatura de la troposfera muy rápido, en dos o tres años.

Los científicos ya saben cómo van a portarse las sustancias dispersadas de modo artificial. El período de su «vida» en la estratosfera va a ser de uno a dos años. Ellas van a desplazarse a la deriva, en anchas franjas, de 30 a 70 grados de latitud, protegiendo en parte la Tierra contra la irradiación solar. ¿Mas no haría un efecto negativo en la biosfera y la salud del hombre tal reducción de la irradiación solar? Los cálculos muestran que su disminución en la superficie terrestre no excederá el 1 por ciento, lo que sucede con regularidad tras la irrupción de volcanes grandes y no presenta peligro para la vida en la Tierra. La cantidad de partículas que producto de ello se posaría sobre la superficie del planeta sería de 0,2 miligramos de azufre por metro cuadrado al año, lo que es aproximadamente mil veces menos que las emisiones de empresas industriales, que se posan junto con las precipitaciones atmosféricas.

En 1992, en Río de Janeiro fue adoptada la Convención Marco de la ONU sobre los Cambios Climáticos, en la que se proclamó el objetivo de estabilizar el contenido de los gases de invernadero en la atmósfera a nivel de 1990, que no presenta peligro. En 1997 se firmó el Protocolo de Kioto, en que se estipuló la disminución voluntaria de las emisiones de gases de invernadero por los países industrializados de un 5,3 por ciento, como término medio, en el período de 2008 a 2012. Como parámetro central en ese documento figuraban los gases de invernadero, que producen el más fuerte impacto sobre el clima. Pero pasado muy poco tiempo se hizo obvio que la estabilización de la atmósfera por medio de disminuir las emisiones industriales del CO2 y otros gases de invernadero no se produciría rápido y que para la realización de ese plan se necesitarían colosales gastos: hasta 18 billones de dólares a lo largo de nuestro siglo, según cálculos efectuados en 2001 por el Grupo Intergubernamental de Expertos para Cambios Climáticos. El nuevo método, que estipula introducir partículas dispersas en la estratosfera, es miles de veces más barato y centenares de veces más rápido, además puede ser parado en cualquier momento, si surge la necesidad de ello. Además, no está orientado a contrarrestar el Protocolo de Kioto, sino a hacer frente al calentamiento del clima.

Conviene preguntar: ¿concuerda el nuevo método con los convenios internacionales? Existe, por ejemplo, el Convenio para la prohibición del uso militar o cualquier otro uso hostil de técnicas de modificación del medio ambiente, aprobado a iniciativa de la URSS y EE UU en 1978. La metodología propuesta no representa en sí el empleo militar ni otro hostil de técnicas de modificación del entorno natural, no está apuntada contra ningún país, sino, todo lo contrario, se orienta a hacer frente a una de las amenazas globales: el calentamiento del clima.

Por supuesto, hace falta aprobar y convalidar el nuevo método en el nivel internacional, por ejemplo firmando un protocolo adicional a la Convención Marco de la ONU sobre Cambios Climáticos. La comunidad mundial puede hacerlo. De momento los científicos de Rusia están actuando en el marco de su país. El consejo de académicos, dependiente del presidente de Rusia, al celebrar el seminario “Las posibilidades de prevenir cambios climáticos y sus consecuencias y el problema del Protocolo de Kioto”, expresó la opinión de que el método puede servir de alternativa a las vías trazadas en el Protocolo de Kioto. Un grupo de expertos ya está efectuando cálculos detallados con el fin de proseguir el examen pericial.

Fuente: Russian News