El mar puede convertirse en un nuevo emisor de CO2

El oceanógrafo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Carlos Duarte explica que el mar podría convertirse en un generador más de CO2 y en un nuevo emisor de calor. «Durante el siglo XXI los océanos pueden calentarse cuatro grados. Si es así, la producción de dióxido de carbono se incrementará un 40%», asegura.

El calentamiento está alterando el «metabolismo del mar», afirma Duarte. El resultado es que se altera el balance entre los gases que produce la fotosíntesis de los microorganismos marinos y los de su respiración. La fotosíntesis es capaz de capturar 2.000 millones de toneladas de CO2. Pero el incremento del calor del mar puede conseguir que emita más del que captura.

Duarte y otros cinco expertos internacionales debatieron ayer en la Fundación BBVA, en Madrid, sobre la forma en que el calentamiento puede influir en los ecosistemas marinos. Y es que los organismos del mar pueden ser una pieza clave como grandes sumideros de CO2. Su ingente capacidad de captura «puede reducir el dióxido de carbono atmosférico hasta causar glaciaciones», afirmó el oceanógrafo de la Universidad de Princeton Jorge Sarmiento.

Por eso planteó la posibilidad de estimular este proceso para «moderar notablemente el cambio climático». «El tiempo se nos está acabando y debemos hacer cambios inmediatamente». Aun así advirtió que, si no se hace de forma segura, se podría hacer más daño al ecosistema marino que los beneficios que se obtendrían. El plancton oceánico es, además, productor de más del 50% del oxígeno del planeta, más incluso que los árboles.

Duarte aprovechó el debate para denunciar la «enorme descompensación» entre los estudios de la tierra y del mar en el último informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático. «Los océanos constituyen tres cuartas partes de la superficie terrestre que están en contacto directo con la atmósfera. Por eso no es sorprendente que determine la composición química de la atmósfera. Es imprescindible seguir investigando».

Fuente: El País